domingo, 19 de septiembre de 2010

TABACO:ECHANDO HUMO POR LA BOCA

Antes de descubrir America los eurpeos afrtunadamente no conocían el tabaco. En todo el continente americano los indígenas consumían el tabaco con fines tanto rituales como terapéuticos. Lo enrollaban en forma de puro, lo envolvían en hojas de maíz a manera de cigarrillo o lo fumaban en pipa. El tabaco era una planta mágica para los pueblos prehispánicos de América central porque "hace visible el aliento".
A la llegada de los conquistadores, fumar tabaco fué considerado un acto de brujería por la Santa Inquisición y no fué hasta el siglo XVII, que se empezó a popularizar cuando Jean Nicot - médico francés a quien debemos el nombre de la nicotina- logró curar las migrañas de Catalina de Médicis, esposa del rey Enrique II de Francia con el tabaco.
Se calcula que en el mundo existen 1,100 millones de personas adictas al tabaco. La nicotina está considerada como la segunda droga más adictiva que existe, sólo superada por el crack (derivado de la cocaína). Actualmente el tabaco mata más de 650.000 personas cada año en Europa y tiene unas consecuencias nefastas para el medio ambiente.

Si deseas dejar de fumar, deberás cambiar tu alimentación y reducir el consumo de carnes, huevos, pizzas, pan refinado, alcohol, solanáceas (tomate, pimiento, berenjena y patata), azúcares y café y, aumentar el consumo de verduras, cereales integrales, fruta y legumbres.

El tabaco es un alcaloide, una droga estimulante de primer orden.

Los nativos americanos dieron a los europeos el tabaco sin la salvia y otros ingredientes cruciales para alterar la consciencia como estrategia para debilitar a los poderosos enemigos borrando partes de sus conciencias, para que no pudieran abrir la puerta a otras dimensiones a fin de conseguír claridad para resolver problemas. Muchos han señalado cómo los europeos indujeron a los nativos americanos a volverse adictos al alcohol, pero pocos han remarcado la forma más sutil pero más poderosa en que los nativos americanos hicieron adictos a sus captores.

No es la falta de fuerza de voluntad (de hecho tienes mucha para seguir fumando cada día), ni que te gusta el tabaco, se trata de preguntarte: ¿para qué fumo?